En este último medio siglo, el fútbol, de reglamento fácil y asequible a todas las inteligencias, es todavía el más popular de los deportes. En primer lugar, por su carácter dramático, por la incertidumbre de su resultado; después, porque traduce en su ejecución el carácter profundo de los pueblos; finalmente porque contribuye a liberar las pasiones fundadas, sobre todo, en el regionalismo o en el nacionalismo.
Pero el atletismo es más universal que el fútbol. Este se esfuerza en conquistar las tierras vírgenes de Oceanía, Australia y Nueva Zelanda, de África del Sur, de Estados Unidos y de Canadá; pero no lo logra más que a medias, y aún esto gracias al caballo de Troya de la emigración. En estos países, el fútbol es italiano, húngaro o español, a veces inglés, pero raramente autóctono.
El atletismo es más universal porque sigue siendo el más natural de los deportes; todos los grandes juegos deportivos de la tierra toman de él sus elementos: velocidad, resistencia física, fuerza y flexibilidad.
El atletismo sitúa al ser humano como tal frente a la naturaleza. Pero se exige un rival, ya que aspira a situare en relación con él en una escala de valores arbitradas por el metro y el cronómetro, instrumentos que tienen idéntico poder de evocación en los cinco continentes. En todas partes existe un círculo de iniciados capaces de interpretar lo que significan 100 metros en 10 segundos o un salto de altura de 2 metros y 30 centímetros. Este idioma es común en todos los pueblos.
El récord o superar nuestra propia mejor marca es uno de los motores esenciales del atletismo. Permite, si es personal, medir la propia superación, comparar la propia valía con los demás. No se ha estancado la superación de récords; si algún día esto ocurriese, tendríamos que preguntarnos si no habría llegado el tiempo del declive de nuestra especie como tal…
El atletismo, derivado del griego «athlos» que significa «combate», en otro tiempo aplicado al conjunto de todos los deportes, no define más que tres órdenes de actividades humanas: «las carreras, los saltos y los lanzamientos». Bajo este título se halla el museo más antiguo, el conservatorio más preciso de los gestos naturales del hombre y la mujer, la base y la matriz de todas las disciplinas del estadio. Estos tres elementos reflejan sin duda las peripecias del combate permanente en el curso del cual el ser humano trata de librarse de las fuerzas naturales que le oprimen. De todos los deportes (incluidos los más recientes), este es el que deja lugar a las apreciaciones subjetivas.
Fuentes:
Comité Olímpico Español, año 1990.
Firmado,
Séneca.