El estudio de los Juegos Olímpicos antiguos y una visita que realizó a los templos y al estadio de Olimpia, en Grecia, hizo nacer en el Barón de Coubertin la feliz idea de iniciar las olimpiadas de la edad moderna. Pierre de Coubertín comprendió que el deporte era capaz de despertar el entusiasmo y la noble emulación tanto de los jóvenes como de quienes ya no lo eran tanto.
Advirtió también que el deporte podía proporcionar salud, coraje, resolutividad, voluntad, perseverancia, autodisciplina, espíritu de equipo,…, a sus cuerpos y sus mentes, así como nobles ideales a sus almas.
Se dio cuenta a demás de que en la segunda mitad del Siglo XIX la ciencia y la tecnología habían acabado con las barreras del tiempo y el espacio, de que los trenes, los buques de vapor y el telégrafo habían convertido a las naciones en miembros de una sociedad mundial, en la cual podría florecer el deporte internacional.
Presintió que este último, si se extendía y arraigaba, llegaría a convertirse en un poderoso factor de transformación de la sociedad, que ayudaría a nivelar las desigualdades sociales, a contrarrestar el agresivo militarismo de la época y a fomentar la amistad y el mutuo entendimiento entre los pueblos del mundo.
Tal vez el segundo de los objetivos que tenía el Barón de Coubertín fuera la superación de las diferencias de clase, de los sistemas que existían en la época en que nació.
Pertenecía a una familia aristocrática y estaba acostumbrado al lujo y los privilegios. Sus padres deseaban que siguiera la carrera de las armas, pero él rechazó la idea. Al final, y para contentarlos, aceptó estudiar leyes; no obstante, ya había decidido consagrar su vida a la educación, ser maestro, profesión que en opinión de su familia, no era digna de un caballero. A medida que comprendía la frivolidad y el vacío en que se desenvolvía la vida de tantos hombres y mujeres de su «clase», se iba volviendo cada vez más apasionadamente igualitario.
Soñaba con llegar a ver la verdadera liberación de las masas trabajadoras. «Pan, dignidad y educación» era su programa liberador. Le disgustaba sobremanera, y condenaba sin contemplaciones, el concepto de aficionado tal como se concebía por aquel entonces en Gran Bretaña; consideraba que dicho concepto hacía del deporte aficionado y del deporte en general, el privilegio exclusivo de las clases sociales ociosas y adineradas.
Quería que todo hombre tuviera las mismas oportunidades para tomar parte en competiciones deportivas. Creía que si esto llegaba a ocurrir, buena parte de los atletas más destacados, de las «estrellas», sería inevitablemente hombres de diferentes procedencias sociales, el «esnobismo» y las «castas» sociales, que él rechazaba, desaparecerían despacio, pero con toda seguridad.
En el año 2023 este ambicioso objetivo social del Movimiento Olímpico de Coubertín se ha logrado en gran parte. En casi todos los países del mundo el esnobismo y las castas han desaparecido por completo, y ello se debe, en buena medida, a Pierre de Coubertín.
Firmado:
SÉNECA.